El Dr. José Luis Gil nos plantea que tanto la concepción, gestación y nacimiento describen la entrada del ser al mundo e influyen en la formación del carácter del niño(a), y aunque parezca que estos hechos ocurren al azar, antes de venir al mundo, nuestra mente-alma ha tomado la decisión de encarnar en la tierra y ha elegido a sus padres e inclusive las experiencias que quiere tener.
Después del nacimiento, durante los dos primeros años de vida se va formando la personalidad del Ser, en donde el niño va copiando rasgos tanto positivos como negativos de sus padres. Esto no indica que sean una copia fiel de los padres, ya que realmente no sucede así, sino que cada individuo es un ser único, con propia autonomía y libre albedrio para actuar.
En este sentido, es recomendable, permitirle al niño(a) elegir y equivocarse, darle autonomía, ya que como cuerpo es un niño pero como mente es un ser. Sin embargo, los límites son necesarios, ya que si no se lo ponen los padres, la vida misma se encargará de ello. Lo que no es necesario es enfadarse al momento de colorarlos.
Por otro lado, en la relación padre-hijo existen dos factores generadores de conflicto y sufrimiento: el Ego y el sentimiento de culpa. Este último nace a partir de que en algún momento hemos negado el amor y ello conlleva una carga muy pesada, de la cual actúan dos mecanismos de defensa: negación (esta culpa no existe) y la proyección (miro la culpa fuera, yo soy la víctima).
Así mismo, los niños proyectan su Ego primeramente en sus padres y es donde allí donde se produce el primer choque contra la autoridad de Mamá y Papá, ante el cual el Ego tiene dos formas de actuar, uno a través de la “sumisión” como arma para que hagas lo que yo quiero y dos la “frontal”, yo me enfrento contra el otro.
Estos factores generadores de sufrimiento se disuelven cuando sanamos la relación con nuestros padres y empezamos a vernos de igual a igual, entendiendo que no hay existe ninguna autoridad, porque todos al fin y al cabo somos seres. También comprendiendo que los errores se dan porque hay un aprendizaje que debemos extraer de la situación y sólo sí; somos capaces de ver más allá de error; darle una interpretación más amorosa y tomar conciencia del hecho, podremos extraer el aprendizaje y trascender.
Como conclusión tenemos que sanando nuestra relación con nuestros padres, al mismo tiempo sanamos la relación con los demás y que el mejor regalo de enseñanza que les podemos dar a nuestros hijos, es amarnos como padres, sin importar que sean padres separados o no, basta con que el niño perciba el respeto y amor mutuo como seres que somos.
Viviana Chacin, Psicóloga.