Existen nueve principios básicos que la nueva educación debe transmitir en su enseñanza:
El primer principio es crear ciudadanos del mundo.
El viejo sistema debe desaparecer y tenemos que aceptar al mundo como un solo mundo y a la humanidad como una sola raza. Pensar en la humanidad como una sola humanidad es más seguro y más económico que pensar en forma separada sobre la humanidad.
Al considerar a la humanidad como un solo mundo, se ahorran miles de millones de dólares. Se reducen los impuestos al mínimo. Evitamos que los niños mueran en campos de batalla. Se eliminan el sufrimiento y el dolor, diseminados en el mundo actualmente, porque las personas no se respetan mutuamente y no se tratan como parte de una sola humanidad.
Imaginemos cuántos millones de dólares se gastan en la producción de una bomba atómica. Si sólo un cuarto de ese dinero se destinara a los educadores de la nueva era, ellos construirían nuevas universidades donde los niños podrían aprender cómo convertirse en seres humanos de la nueva era.
Con un solo mundo y una sola humanidad, salvaremos la vida de las personas, minimizaremos la contaminación del planeta y, de esta forma, contribuiremos a la salud y a la economía de los habitantes del mundo. En las nuevas escuelas, los educadores enseñarán a los niños que este mundo es el hogar de la humanidad y que será el hogar de innumerables razas futuras. Se enseñará a los niños cómo vivir en el planeta, de manera que las futuras generaciones puedan disfrutar de él.
El segundo principio es enseñar a los niños la ciencia de la paz.
Desde el jardín infantil, los educadores deben enseñar la ciencia de cómo manejar las emociones, las acciones, las ideas y las relaciones de forma tal de crear siempre paz. Los problemas deben resolverse mediante la paz; las metas deben lograrse a través de la paz; las victorias deben alcanzarse gracias a la paz.
Esta ciencia no puede enseñarse a personas que ya están “torcidas”, porque traducirán todo lo enseñado según lo que aprendieron en el pasado.
¿Es bueno que haya paz? Algunas personas piensan que la guerra reditúa. Quieren hacer la guerra, porque se generan negocios. Sin embargo, si la guerra aniquila a tres o cuatro de nuestros niños, entonces recién tomaremos conciencia de si la guerra es buena o mala. Si hay guerra, habrá una gran mortandad en el planeta y sólo en ese momento la gente dirá que la guerra no es buena.
Aún no podemos comprender del todo que la guerra no es buena y de que nada la justifica. Como hemos sido educados a la manera antigua, pensamos en términos de guerra, y el mundo está organizado de manera tal que debemos tratar de vivir a pesar de la guerra. Hemos programado la conciencia humana de una forma que es imposible no pelear. Todo esto puede verse solo si avanzamos un paso significativo, sobrepasamos la conciencia colectiva global, entramos en el Plano Intuitivo por un segundo y observamos desde ese nivel la condición en que se encuentra la humanidad.
La nueva educación debe preparar a los legisladores que formularán las leyes globales.
Éstos deben reunirse en un organismo de naciones unidas y organizar las leyes para las naciones individuales en términos de un solo globo. La corte universal que establezcan para hacer cumplir estas leyes será completamente impersonal y sus fallos serán definitivos. La nueva educación impondrá dicha corte, porque no hay otra salida: o cambiamos nuestra conciencia y actuamos con los demás como seres humanos o nos destruiremos a nosotros mismos y todo el dinero y tesoros acumulados desaparecerán.
La nueva educación enseñará la ciencia de la belleza.
Desde la más tierna infancia hasta los 70-80 años, las personas estudiarán la ciencia de la belleza. No se nos ha enseñado a ser bellos en sentimientos ni emociones. Al contrario, hemos enseñado a los niños a ser envidiosos e irritables como una forma de autoprotección. Hemos dicho cosas como: “Tú sabes, hijo mío, que tú eres el rey. No pienses en los demás, sino sólo en ti.” Con esas actitudes, les hemos enseñado a ser despreocupados de los demás.
Esta educación debe enseñar la ciencia de la belleza en el pensar. Cada vez que piensas algo feo, incluso por un segundo, te envenenas, porque la fealdad contamina tu conciencia. Si te descubriste teniendo un pensamiento feo, ¿cambiaste esa idea por un pensamiento bello? Si no lo hiciste, te dañaste a ti mismo.
También debe enseñar belleza de pensamiento, de sentimientos, de expresiones, de acciones, de las formas y de las relaciones interpersonales. Ser bello significa rechazar la fealdad. Nuestro sistema educacional todavía no enseña la ciencia de la belleza. Por ejemplo, no nos ha enseñado que en todo ser humano existe una belleza divina y que debemos tratar de encontrar esa belleza en los demás. El sistema no nos ha enseñado que todos somos bellos.
Desde la infancia, tenemos que enseñar a los niños que existe una belleza en su interior y que esta semilla debe florecer. La alternativa es: florece la belleza o aumenta la fealdad.
¿Qué opción vamos a escoger? Podemos optar ahora, pero finalmente la vida nos llevará al punto en que ya no podremos escoger nosotros y la Naturaleza nos impondrá su opción. La Naturaleza nos dirá: “Malgastaste tu tiempo, contaminaste tu conciencia y ahora ya no hay opción. Puedes sobrevivir o perecer. Si quieres sobrevivir, debes aprender la ciencia de la belleza y pagar por todo lo que hiciste en contra de la belleza. Tienes que descubrir una manera para que ningún tipo de fealdad habite en ti.”
La nueva educación tratará científicamente de cultivar la naturaleza divina en cada ser humano.
Nuestros niños aprenderán en el colegio que no son cuerpos, emociones o mentes sino diamantes del tesoro de Dios. Los niños se amarán unos a otros. Pensarán: “Si soy un diamante y tú eres un diamante, todo está bien. Pero si soy un diamante y tú eres un lobo, entonces la cosa no funciona, porque te tendré miedo y tendré que atacarte porque eres un lobo.”
Desde el principio de sus vidas, los padres deben educar a sus hijos como Chispas de la Fuente Creativa de la Belleza. Sus niños son divinos. Quizás no podamos entender esto muy bien si nos encontramos atrapados en la educación antigua. Si así es, de seguro diremos cosas como: “Me dijiste que es envidioso… Es un chismoso… Nos odiamos mutuamente…” Y todo esto lo decimos, porque aún vemos a los demás como cuerpos y no como almas de diamante.
La nueva educación debe enseñar la ciencia de la inmortalidad.
Desde la infancia, tenemos que enseñar a las personas que son inmortales, que el cuerpo morirá y regresará, pero que el alma es inmortal. Debemos enseñarles las leyes de la reencarnación y del karma, que lo que se siembre dará cosecha, ya sea aquí o allá. No hay escape: el karma tarde o temprano nos va a alcanzar.
Si enseñamos estas leyes a los niños, tendrán una vida diferente. Si los niños aprenden desde un comienzo que al hacer cosas malas, éstas se les devuelven, podrán entonces vivir sus vidas de manera más cuidadosa. Es penoso que esta idea no se enseñe en nuestro sistema escolar. ¿Por qué? Porque aún tenemos muchas cosas “más importantes” que enseñarles. (continuará)