Me llamo Francisco Riquelme y soy docente en la Enseñanza Pública desde hace 25 años. Ahora trabajo en un instituto de Secundaria en San Javier (Murcia).

He asistido a dos módulos del curso que se imparte en la Escuela Arco Iris y me he sentido gratamente sorprendido por la formación que en él se comparte. Pues con frecuencia hay mucha formación docente que de fondo no produce cambios, ni en los docentes ni en la educación.

A partir de una crisis personal tuve que reinventarme como persona y se reveló mi vocación docente de una manera muy fuerte. Me di cuenta que cuando yo cambié se produjo un cambio en mi vida, lo que sucedía en el aula adquirió otra cualidad más profunda. Ya no era sólo impartir conocimientos, comencé a escuchar a mis alumnos, a empatizar con ellos.

Conforme empecé a ser el padre que mis hijos necesitaban, fuera también comencé a ser el profe que mis alumnos necesitaban. Fue un cambio de dentro a fuera. Desde entonces me siento feliz con mis alumnos y apasionado por la tarea en el aula, aunque a veces resulte dura. Creo que es una profesión muy creativa e intensa que nos permite crecer mucho como personas, siempre y cuando hagamos el necesario trabajo de revisión, transformación y crecimiento.

Me siento muy afín a cómo se abordan los temas, siempre yendo a lo fundamental, a las preguntas últimas, a la síntesis que necesitamos para ese crecimiento que más allá de lo biológico nos acompaña toda nuestra vida. Y así crecemos personalmente, crecemos en pareja, crecemos en familia y crecemos en grupo. El módulo de la familia y la pareja, con las enormes implicaciones maravillosas que supone el núcleo familiar como primer grupo humano, en que el construimos nuestra auto imagen y el tipo de relaciones que luego establecemos en la vida, debería ser tenido en cuenta por cada persona adulta que trabaja en las aulas, con los menores.

Ya que en el aula damos lo que somos, no podemos dar otra cosa. Más allá de nuestros conocimientos irradiamos lo que somos, cuando hablamos, cuando actuamos, cuando damos ejemplo a los chicos.

Es una responsabilidad que llevar con alegría cuando se empieza a ser consciente de las grandes oportunidades de maduración individual y colectiva que nos ofrece la vida.

Siempre es tiempo de que sigan germinando nuevas fortalezas y valores humanos en nosotros. Y es lo que siento que se cultiva en esta Escuela Arco Iris, valores para ser más humanos, puestos en práctica en la vida diaria, conocedores de que conocimiento no equivale a sabiduría.

Hay en el grupo que la lleva adelante mucha ilusión y esmero, se siente la buena voluntad de hombres y mujeres que dan lo mejor de sí para compartir rayos de conciencia. Es una gran labor de servicio la que están haciendo. Tal vez parezca un trabajo pequeño, pero éste ya está extendiéndose por toda la geografía española e influyendo en la educación de nuestro país.

Si de algo han de servir estos módulos de sabiduría práctica de esta Escuela Holística es para transformarnos como seres humanos y transformar la Educación, innovar para permitir que las nuevas generaciones puedan construir un mundo mejor que el que les hemos legado.

“Si educamos a las generaciones actuales como nos educaron a nosotros les estaremos robando el futuro” (John Dewey). Un futuro que es de todos, de toda la humanidad.

Todos los días voy a mi Instituto con ese horizonte en la cabeza. No me importa si  lo veré o no. La Educación del futuro no se gesta en las aulas, ni en las consejerías o los ministerios, se gesta en el interior de cada docente que adquiere una conciencia más amplia e inclusiva, aquella que conecta mente y corazón, conocimiento e intuición, y siembra las bases del porvenir. Sin duda que la Escuela de la Vida contribuye a esa siembra.

Gracias por vuestro buen servicio.

Un abrazo agradecido.